Historia del Objeto |
Aurelio de Revilla Huidobro.
Sobre el autor, Aurelio Revilla. Era hermano mayor de la esposa de José María de Pereda, Diodora Jacinta. Su nombre completo era Aurelio de la Revilla Huidobro.
Los padres de Diodora y Aurelio eran Juan de la Revilla Olavarría y Casimira Huidobro Arredondo (fuente: http://www.euskalnet.net/laviana/gen_bascas/peredaporrua.html) y eran oriundos de Valdivielso (fuente:
González Ruiz, Juan, Mis encuentros con Pereda [en línea]. Cabás: Revista del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios en materia educativa (CRIEME) de la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria (España) [publicación seriada en línea]. N.º 4. Diciembre 2010. http://revista.muesca.es/articulos4/160-mis-encuentros-con-pereda. ISSN 1989-5909 ), pero no tengo más datos.
En la Hemeroteca Digital de la BNE aparece Aurelio de la Revilla en varias noticias, en una de ellas, junto con su cuñado Pereda, en el periódico La Unión Católica (24 de mayo de 1890, p. 3: Congreso Católico de Zaragoza), donde aparece identificado como caballero de la Orden de Cristo y vicecónsul de Portugal, de Santander.
Según Isabel Rodríguez Marco: Estas vistas del muelle de Santander, realizadas con marquetería de paja, forman parte de una serie de la que se conservan otras dos piezas, perteneciente a la colección José Antonio Torcida. En España apenas se conocen cuadros realizados con esta técnica, por lo que este conjunto de cuatro vistas, prácticamente idénticas entre sí, es una notable rareza. En Italia, Francia, Alemania e Inglaterra, entre los siglo XVII y XIX, esta técnica se utilizó en el recubrimiento de cajas, estuces o botellas y en el siglo XIX gozó de una gran popularidad en Europa para la realización de vistas urbanas, paisjaes y cuadros devocionales. Estas escenas eran en muchos casos tapas de arcas, aunque han llegado hasta nuestros días enmarcadas como cuadros de caballete. La marquetería de paja podría tener un origen oriental, pero el uso de fibras vegetales, con distintas técnicas y aplicaciones, ha estado presente en todo el mundo. La paja tiene un acabado liso y brillante y es muy resistente a la humedad y al calor; presenta diversas tonalidades naturales, pero también se puede colorear con tintes. Se corta en pequeños fragmentos que se adhieren sobre la composición previamente dibujada sobre el soporte, que puede ser de madera, papel, cartón, tela, vidrio o metal. Se ha apuntado que podría tratarse de manufacturas filipinas, pero no es posible afirmarlo con rotundidad. Las vistas del Museo Marítimo del Cantábrico proceden del Museo Municipal de Santander, al que fueron donadas por Federico Vial entre 1907 y 1910. Consta que provenían de Aurelio de la Revilla Huidobro, el cuñado de José María de Pereda, que podría ser su autor o promotor, aunque con ciertas reservas. Estas vistas muestran una frontalidad que respondería a la necesidad de faciolitar su realización por alguien que careciera de conocimientos de perspectiva, prevaleciendo el deseo de exactitud descriptiva sobre una motivación estética.
Ambas vistas representan el muelle de Santander hacia 1870 con el edificio de la Real Aduana a la izquierda (arquitecto José Alday, 1787) y la Atalaya del Prado de San Roque en la zona donde, poco después, se construirá el cuartel de María Cristina (1878). Abajo, frente al muelle de Santander (actual Paseo Pereda), aparecen alineadas las doce manzanas de casas ya construidas por esas fechas en el ensanche del Este. No aparecen las dos últimas, levantadas a partir de 1868 y 1872. Tal vez utilizase como fuente alguna estampa o fotografía, pero es tal su precisión descriptiva que lo más probable es que las realizara alguien que conocía bien la ciudad y tuviera a la vista el estado de las obras en un momento concreto. Ambas obras, de hecho, reflejan la situación real de la arquitectura del muelle santanderino alrededor de 1870, como puede apreciarse, por ejemplo, en ciertos elementos compositivos (las cercas situadas en las colinas de la parte superior), las diversas soluciones de las cubiertas (azoteas, abuhardilladaos, remates en las cornisas) y las fechadas (apilastrados, heráldica) o incluso el número de plantas de los diferentes bloques, que se corresponde con el estado de las obras en esa fecha.
Sin embargo, frente a la precisión de la arquitectura, las vistas se completan con una serie de embarcaciones y personajes de carácter exótico que , si bien aportan dinamismo a la composición, no se corresponden en absoluto con el carácter de la ciudad.
Sorprendentemente, junto con un barco velero y un vapor propios del Santander del momento, se han incluido elementos y personajes de origen filipino: carabaos arrastrando carga, un individuo desnudo nadando, un junco y una banca (pequeña embarcación impulsada con pértiga de caña) con bogadores (o remeros) de aspecto oriental. Se trata de imágenes que forman parte del repertorio habitual de tipos filipinos que se divulgó durante la segunda mitad del siglo XIX a través de publicaciones como el periódico Ilustración Filipina, que responden a una percepción occidental que subraya lo pintoresco; una visión en la que se insistió en la Exposición General de las Islas Filipinas que tuvo lugar en el Parque del Retiro de Madrid en 1887, impreganada de paternalismo propio del contexto colonial. Todo ello es coherente con la intensa relación de Santander con las islas Filipinas a través, entre otros, de la familia Roig de la Parra, dedicada al transporte de mercancías, o del marqués de Comillas (con casa en el muelle ), propietario de la Compañía de Tabacos de Filipinas (creada inmediatamente después del desentaco de 1881), que aprovecharon la dinamización de las relaciones comerciales con el archipiélago gracias a la apertura del Canal de Suez en noviembre de 1869. De ahí que no sea extraño que asome el interés por las Filipinas en estas vistas, auqnue sea de manera un poco forzada e incomprensible (quizá sea obra de un artesano de origen filipino residente en Santander o de un encargo de un cliente santanderino nostálgico que aporta instrucciones y materiales muy precisos) introduciendo estos elementos pintorescos en una imagen que quiere reflejar la modernidad y cosmopolitismo de un próspero puerto colonial.
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